GUÍA PARA UN ENFOQUE ÉTICO Y RESPETUOSO
Acompañar a un niño con Trastorno del Espectro Autista (TEA) en terapia es un desafío que exige sensibilidad, empatía y, sobre todo, un profundo respeto por sus necesidades únicas.
La terapia clásica no siempre es adecuada para este tipo de acompañamiento, ya que los niños con autismo se comunican y se relacionan con el mundo de maneras particulares que requieren una adaptación cuidadosa.
Este artículo aborda las claves para un terapia con un niño TEA dónde entender y responder a estas necesidades desde un enfoque ético y respetuoso.

Los efectos de la rigidez y la imposición
Cuando un niño con autismo se enfrenta a un entorno autoritario, rígido o que le exige adaptarse a normas externas sin consideración por su forma de ser, las barreras pueden aumentar.
Algunos niños reaccionan plegándose a estas exigencias de manera automática, como si fueran robots, sin interiorizar realmente lo que se les pide. En otros casos, esta presión puede derivar en comportamientos autoagresivos, como golpearse la cabeza, o en violencia hacia otros cuando desaparece la figura de autoridad.
Estos métodos no solo son poco efectivos, sino también éticamente cuestionables.
¿Qué necesita un niño con TEA?
El enfoque debe ser el opuesto al autoritarismo: se trata de reconocer al niño como sujeto único y valorar sus formas de expresión. En lugar de imponer demandas externas, el acompañante debe integrarse en el mundo del niño, observando y respetando sus movimientos, sonidos, juegos y objetos. Estas manifestaciones no son meros caprichos, sino puertas de entrada a su lenguaje y a su forma de interactuar con el mundo.
Cómo generar un verdadero encuentro comunicativo
El acompañamiento efectivo parte de la escucha activa y la atención plena a los intereses particulares del niño.
Algunos puntos clave son:
- Respetar sus intereses: Cada niño tiene elementos que le resultan significativos, como coches, animales, música o incluso su propio cuerpo. Valorar estos intereses tiene un efecto pacificador y permite construir una relación genuina.
- Evitar demandas caprichosas: Los niños con TEA pueden sentirse abrumados por exigencias externas impredecibles o rígidas. El acompañante debe evitar imponer reglas que no tengan sentido para el niño.
- Fomentar la conexión a través del juego: Las actividades repetitivas que realizan los niños con autismo les protegen, pero también los aíslan. Insertarse en estas actividades, sin interrumpirlas bruscamente, es clave para establecer un vínculo.
- Responder a sus señales: Estar atentos a las solicitudes sutiles que el niño expresa, a menudo de formas no verbales, permite crear un diálogo basado en la confianza.
El papel del acompañante
En primera instancia, el acompañante tiene la responsabilidad de adaptarse al niño, no al revés. Esto implica observar con paciencia y responder con empatía, respetando los tiempos y las necesidades particulares de cada niño. Tomar en serio sus intereses y comportamientos crea un espacio seguro donde puede desarrollarse una comunicación auténtica.
A partir de este encuentro genuino, desde este lugar seguro, el niño va a poder consentir, sin violencia, a las demandas que le vienen del otro, y desde dónde vamos a poder transmitirle claves fundamentales para su adaptación al entorno: rutinas, modales y saberes.
Reflexión final
Acompañar a un niño con autismo no es una tarea de enseñar o domar, sino de comprender y conectar. Al respetar su individualidad y adaptar nuestras interacciones a su mundo, creamos un puente hacia una relación significativa y enriquecedora. Este enfoque no solo beneficia al niño, sino que transforma la perspectiva del acompañante, invitándolo a ver el mundo a través de los ojos del niño.
Con respeto y paciencia, el acompañamiento puede convertirse en una experiencia profundamente humana y transformadora.
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